Foto: Mario Herráiz |
Hemos recogido todas nuestras tablitas, los tornillos y las máquinas corta-madera y nos hemos ido al taller de al lado. Más pequeño. Ya no podremos bailar un vals mientras se encolan los muebles.
Por otra parte, este es más recogido y lo tenemos todo a mano. Hace mucho frío en invierno pero es más fácil de calentar. Y la verdad, para qué engañarnos: nunca hemos sabido bailar el vals.
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