Foto: Picapino |
Pero no fueron todo penurias, que nos comimos un bocata con unas vistas inmejorables mientras me embadurnaba de resina (vease foto ad hoc) y toda esta aventura era para pasar un día con Mónica y Daniela, que habían venido de Miami en un viaje relámpago. Así que abandonamos la horizontal y el riesgo de morir jóvenes de insolación y lo cambiamos por Las Rozas y el área recreativa del Puente del Retamar. Dónde va a parar, alhajas. Un río, unas mesas de granito a la sombra, un parque con columpios para Dani y Manuela, fresas recién compradas para todos, conversación sin tregua para las chicas adultas... Un espacio perfecto para recuperar el aliento, ponernos al día y ganarnos de nuevo la confianza de nuestra hija que en algún momento creo que debió pensar en cambiarse de familia.
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