El tablao de Lucas

Fotos: Mario Herráiz

Cuando pienso en Lucas, el pequeño hombrecillo, siempre suena una canción de fondo. Porque Lucas, todo él, enterido de arriba a abajo y aún siendo tan mayormente pequeño, es música y baile en sí mismo. Y vacas y gallinas con un huerto, pero esa es otra historia. Parapipí, chinchimpún, lalaralalá, tirorirorí. Os lo dije: siempre suena una canción de fondo cuando hablo de Lucas.

Desde super pequeño no hay forma de pararle los pies. Le gusta cantar, bailar, moverse, interpretar, inventar, contar cuentos, recitar... Es verdad que todos los niños, o casi todos, sienten atracción por la música y por los sonidos pero es que lo de Lucas es especial. Porque él no lo hace solo como un juego, que también, sino que lo hace en serio, tomándose su tiempo y su trabajo en ello. Porque cuando baila, muchas veces se ríe y hace el tonto para hacernos reir a nosotros también, lo que es de agradecer, pero muchas veces lo ves concentrado en sus movimientos, totalmente serio.

Y en esos momentos da la sensación de que lo está sacando todo fuera. Que se está expresando, sea lo que sea lo que le pase por la cabeza. Ves que disfruta, que se deja llevar por sus impulsos sin importarle un pimiento frito lo que piensen los demás. Y yo alucino en colores, no por su técnica que no deja de ser la de un niño pequeño, sino por la capacidad tan inmensa que tiene de sentir el arte. Ojalá no la pierda nunca.

Estas navidades los Reyes en casa de la abuela Juani y del abuelo Carlos le han dejado una sorpresa inimaginable: unos zapatos de baile con clavos para que hagan ruido. Y antes de que acabe con la tarima del suelo de casa de sus padres, Mario y Javi le han hecho un tablao en el jardín. ¡Qué felicidad! Yo ya me muero de ganas de ir a ver qué nos tiene organizado la próxima vez.

Lucas, ¡que lo disfrutes!