jueves, 2 de agosto de 2012

Un día de campo

Foto: Picapino
El pasado miércoles decidimos irnos de campito. ¡Qué calor pasamos! Que parecíamos tres moribundos por el desierto de Gobi vagando sin rumbo a las 2 de la tarde y refugiándonos para coger aire en cada sombra. Que también, digo yo y vosotros diréis, a quién se le ocurre en pleno verano madrileño lanzarse a la caló sin previo aviso con lo bien que se está en una piscina. A remojo. Con su agua fresquita. Con el flotador ella a propio flote nosotros. Con las toallas en el cesped ellas. Con la brisa acariciándote la pelambrera mojada ella. ¿A quién, eh? ¿A quién?

Pero no fueron todo penurias, que nos comimos un bocata con unas vistas inmejorables mientras me embadurnaba de resina (vease foto ad hoc) y toda esta aventura era para pasar un día con Mónica y Daniela, que habían venido de Miami en un viaje relámpago. Así que abandonamos la horizontal y el riesgo de morir jóvenes de insolación y lo cambiamos por Las Rozas y el área recreativa del Puente del Retamar. Dónde va a parar, alhajas. Un río, unas mesas de granito a la sombra, un parque con columpios para Dani y Manuela, fresas recién compradas para todos, conversación sin tregua para las chicas adultas... Un espacio perfecto para recuperar el aliento, ponernos al día y ganarnos de nuevo la confianza de nuestra hija que en algún momento creo que debió pensar en cambiarse de familia.

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